jueves, 3 de abril de 2008

DESESPERANZA APRENDIDA

"La esperanza tiene tantas vidas como un gato, pero no más". Henry Q. Longfellow.

A mediados de la década de los ochenta unos experimentos con conejillos de Indias hicieron una aportación al estudio del optimismo, al demostrar la relación entre el sentido de controlar la suerte en circunstancias adversas y la esperanza. Richard Morris, interesado en la memoria de los roedores, llevó a cabo en su laboratorio un experimento que constaba de dos pruebas consecutivas. Previamente había escogido al azar dos docenas de conejillos de Indias. En la primera prueba introdujo la mitad en un estanque de agua enturbiada con un poco de leche, para que no vieran unos cuantos montículos que había colocado en el fondo. Éstos eran los cobayas "con suerte" porque mientras braceaban para flotar se podían apoyar y descansar temporalmente en los promontorios ocultos antes de proseguir su marcha en busca de una salida. A la otra docena de cobayas los metió en un estanque de aspecto similar pero sin montículos. Estos conejillos "desafortunados" no tenían más remedio que nadar sin descanso para no ahogarse. Después de un buen rato, Morris sacó a todos los exhaustos animalitos del agua para que se recuperaran.

A continuación tuvo lugar la prueba definitiva: el investigador echó a los veinticuatro cobayas a un estanque de agua, también enturbiada con leche, sin isletas donde descansar. Mientras los cobayas del grupop " con suerte" nadaban a un ritmo tranquilo, el grupo de cobayas "desafortunados" chapoteaba desesperadamente sin rumbo. Justo en el momento en que las puntiaugudas narices de los los agotados conejillos de Indias desaparecían bajo el agua, Morris los rescató de uno en uno y, después de apuntar el tiempo que habían nadado, los devolvió a sus jaulas extenuados probablemente sorprendidos de estar vivos.

Cuando Morris calculó los minutos que los cobayas se habían mantenido a flote, descubrió que los del grupo " con suerte" habían nadado más del doble de tiempo que los "desafortunados".

Hoy está comprobado que las personas que disfrutan de un razonable sentido de control sobre sus circunstancias, y consideran que ocupan "el asiento del conductor" aunque esto sea fantasía, se enfrentan más positivamente a los problemas que quienes piensan que no controlan sus decisiones o que éstas no cuentan.

¿Qué asiento ocupas tu?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Voy a ser el primero en sentarme, pero no en el asiento del conductor. Sí, yo sería ese cobaya desafortunado que se afixia por nadar alocadamente sin llegar a ninguna parte.

un abrazo! dulce y caótico

Anónimo dijo...

Yo voy en bici, que sólo tiene un asiento, pero en el pelotón no suelo ir delante.

Saludos

Anónimo dijo...

Depende, a veces conduzco, otras suelo ir de 'paquete', no sé que promara más, fifty-fifty. Un abrazo, nos vemos.

Anónimo dijo...

Yo odio conducir (¡qué panda Dios!) pero en mi vida intento sentarme en el asiento del piloto o, en todo caso, espanzurrarme en el asiento de atrás mientras alguien de confianza lleva las riendas (con un ojo abierto). Me asusta no conocer el terreno que piso (o el asfalto por el que ruedo), pero si me doy una leche no será por no agarrar el volante con fuerza.
Un saludo.
Me ha encantado este post que me ha dado dos ideas para dos míos :)

Ego... dijo...

Muy interesante. Conocía esos datos pero no me había planteado nunca si voy o no en el asiento del conductor. Supongo que a ratos. Hay veces en las que no sé por qué, nos permitimos dejar de sentir que controlamos a pesar de que sabemos que eso nos hace sentir peor. Hay que aprender a evitarlo. Yo lo intento cada día y lo consigo eh??

Pernam dijo...

Yo me ahogo en un vaso de agua, así que mejor no me planteo lo del estanque

Jo dijo...

yo estoy lista para el despegue... a bien no se si permiten el equipaje... me encanto esto.

Kichiaya dijo...

Pufff, yo creo que voy en el maletero...